Emily Harriet © Flickr |
La gran mayorÃa de las publicaciones de fantástico se basaba, y se basa, en la venta de traducciones, aprovechando la publicidad que trae ya consigo el libro. Eso provoca un doble efecto: por un lado, te acostumbras a que los protagonistas se llamen John, Mary o Peter, lo que influye en tu labor posterior. Durante muchos años, hasta que conseguà romper con ese terrible lastre, mis personajes también se llamaban asÃ. Juan, Pedro o MarÃa no me parecÃan “serios” en un entorno fantástico.Estas palabras salieron hace un año de la boca de Yolanda DÃaz de Tuesta, vecina vasca y compañera escritora que me prestó un poco de su tiempo para una entrevista de clase. Hoy saco a relucir un resumen de la primera pregunta para corroborar, una vez más, que se puede escribir en España sobre algo que no sea la Guerra Civil. ¡Arriba la fantasÃa, concho! Hoy más que nunca, la necesitamos.
Y el segundo efecto: la localización. Las historias que te gustan y te hacen vibrar tienen lugar en Nueva York, Londres, o cualquier otro punto del mundo anglosajón, el principal mercado que nos estaba comiendo y sigue en ello. Cuando, educada en esas ideas, te pones a escribir, suena absurdo situar una historia en Valladolid o Pamplona. Casi ridÃculo. ¿Y por qué? Porque nos han enseñado a admirar lo de fuera, a través de las publicaciones de los de fuera.
Son consecuencias que suelo seguir viendo sobre todo en autores jóvenes [...]. Ojalá las superen pronto y lleguen a mi misma conclusión: todo entorno es válido para una buena historia; todo lugar es desconocido hasta que “su gente” escribe historias ambientadas en él. Hace poco leà que una chica comentaba que lo habÃa situado en Nueva York “porque es que es muy conocido”. Claro, cómo no. Si los que son de esa ciudad, y también los que no, localizan allà sus tramas, normal que sea conocida. [...] Hay que tener muy presente que has nacido con lo que has nacido. Nadie de fuera va a respetar lo tuyo, si no empiezas por respetarlo tú.