Si el tÃtulo no os ha llamado la atención, nada lo hará. Me apetece comenzar la semana con una entrada personal, alejada de la lÃnea habitual de curiosidades y técnicas literarias. Sabéis que soy de reflexionar sin un motivo concreto.
No recuerdo el dÃa que empecé a escribir. Tampoco lo que escribÃ, pero sà por qué: querÃa dar distintos finales a mis series preferidas. ¿Cuáles eran? Pokémon, Digimon, La pajarerÃa de Transilvania, Escaflowne, Gárgolas... y un largo etcétera. Luego de algunos años comencé a construir mis propias historias, la mayorÃa influencia directa de lo que leÃa, veÃa y jugaba. Solo de adolescente surgió la idea de convertir la escritura en algo más, aún no sabÃa qué. Un camino del que no querÃa desviarme nunca o una carrera de fondo en la que todos los competidores eran yo; una ambición profesional, de eso no cabÃa duda. De los quince a los diecinueve escribà sin control y sin miedo y casi todo se quedó sin punto final, pero lo más importante es que el sendero del aprendizaje se traza solo a través del ensayo y error, y no serÃa la Eleazar que os habla ahora sin haber tropezado mil veces. Durante esos años se forjó mi deseo de convertirme en escritora "publicada". De ahà el fervor, seguramente. Más adelante cambió mi percepción: ser escritora es tener una profesión a la que dedicar horas y horas. Nadie me iba a tomar en serio si no lo hacÃa yo, asà que creé una fórmula mágica que además sirve para muchas otras cosas en la vida: proyecto = constancia + disciplina. Si solo eres disciplinado a veces, terminarás a trompicones; si te sientas todos los dÃas a escribir pero la mitad del tiempo lo pasas en internet, tardarás el doble de lo previsto, y probablemente será un trabajo lleno de altibajos. En resumen: me tomé escribir como la realidad que es para unos y el sueño que es para otros.
En medio de la vorágine de las redes sociales, refugio para las voces de muchÃsimos escritores que buscan encontrar su lugar en la literatura más tradicional, averigüé también que el exceso de ruido entorpece la creatividad. En otras palabras, pasar demasiado tiempo discutiendo y cotilleando no sirve para nada. ¿Qué importa a partir de cuántas palabras se considera novela larga o 'novella' (o novelette, ¡hay tantos temas para perder las horas...!)? ¿O quién está a favor o en contra de la piraterÃa? No me gustan los patios de recreo, pero es verdad que cada cual es libre de invertir su tiempo en lo que quiera. Facebook y Twitter también son escondites para editoriales fraudulentas, revistas literarias, proyectos de gran envergadura abiertos al público... Las posibilidades son inmensas, pero he visto a más de una persona perderse en esta inmensidad. No es sano. Como tampoco lo es dar la espalda a la difusión que las redes sociales pueden proporcionar.
© Michael Hirshon |
Soy autora. ¿De qué? De una centena de relatos y cinco novelas (que no tienen por qué ver la luz solo por el hecho de estar terminadas). Y la situación no puede ser más emocionante: estoy metida de lleno en un proyecto personal que mezclo con otro de diferente extensión y con el crowdfunding de Pulpture. Ambos son saltos cualitativos con respecto a lo que hacÃa antes; digamos que está siendo como saltar al vacÃo gritando "¡yija!"y confiar en que la caÃda no llegue nunca. Ese segundo de euforia en medio del abismo. Ese instante donde lo ves todo alto y claro y por el que volverás a saltar. Eso también es escribir. O vivir.
Un grito sincero: ¡os necesitamos! |
Soy autora en un periodo donde proliferan obras, autores, historias, ideas, editoriales, conflictos, enemistades, apoyo, promesas, futuros. Para algunos esta abundancia es objeto de crÃtica: "ya no se lee tanto" (se lee más), "los e-reader son el demonio" (se lee mejor), escoged vuestra preferida y contestadla como más rabia os dé. Es innegable que los tiempos están cambiando, pero ¿qué serÃa de nosotros si nada cambiara nunca?